domingo, 10 de febrero de 2013

Con un lazo rojo atado.

Eres armonía desde ese primer día que te vi llegar; nerviosa, con un vestido azul y temerosa de que yo  pudiese hacerte daño. Desconocías que para mí ya no había otra.

Fuiste tú, sin querer e inocente quien convirtió lo nuestro en una guerra complicada, en la que o daba todo igual o no quería a nadie más que a ti cerca de mi vida, coloreandola con gritos, mientras tus dedos recorrían mi pelo y mi boca hacía lo mismo en tu cuerpo. 

Tantísimas noches atormentadas de lluvia han pasado ya desde entonces, una a una marcadas por tu fina voz entre las ráfagas del viento. No dejas oportunidad para que pueda olvidarme de ti, ni de esos pequeños detalles que te hacen única.

Te espero aquí, para comerme el mundo contigo, cumpliendo sueños juntos, yendo lejos y sin prisa por volver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario