sábado, 23 de febrero de 2013

32

Ahora todo carece de importancia, todo excepto ella. Estoy con Alba, en su cama, mientras juego a dibujar corazones de tinta sobre su espalda. Me tiraría toda la noche así, observandola de cerca, a dos palmos de mi nariz.

 Por la ventana se ha colado una intermitente luz gris, que deja entrever como acaricia el interior de mis brazos, sabe que es algo que no puedo resistir. Cada vez hace más calor y corre menos aire entre nosotros, comienza a sobrar la ropa. Le brillan los ojos, sonríe, desliza sus manos sobre mí, muerde sus labios y después hace lo mismo con mi oído. Escucho su respiración agitada, suspiros profundos que me contaminan como puro veneno, haciendo que mi sangre fluya mucho más rápida.

Esta noche no hay ningún reloj que nos ponga hora, tenemos tiempo para ir despacio, segundo a segundo empapando nuestros huesos de caricias lentas. Quiero cumplir mi propósito de contar minuciosamente las pecas que la inundan, dedicándole cuatro besos a cada una.  

Voy sin darme cuenta perdiéndome por completo, entregándome al deseo que me llama a gritos desde su boca. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario